La elegancia es una actitud. Es un estado de conciencia. Es una forma de vivir. No se puede comprar ni vender.
Ser elegante es transmitir a los demás los sentimientos y la forma en que se vive.
No se puede simular utilizando prendas de moda pasajera, ni con colores llamativos, ni con accesorios estridentes. -Es más: cualquier intento material de "ponerse" la elegancia, termina siempre en un evidente aspecto de artificialidad forzada, y con el más chocante relumbrón-.
Ya se ha dicho por parte de Juan Andrés Olivera, que: "Existe un poderoso componente psicológico en el hecho de estar elegantes" y también ha resaltado que: "la elegancia indica y demuestra el respeto por las circunstancias, los ambientes, y las personas que nos rodean".
Obviamente, en sus palabras queda implícito que ese mensaje subliminal es comprendido por los demás a través de la estética y de un lenguaje corporal que no está escrito, ni tiene léxico, pero que es inherente a todos de forma natural.
El hombre elegante, es discreto. No reclama la atención de los demás -la genera espontáneamente-. También es respetuoso -su elegancia no es provocadora ni avasalla a otros-. Transmite siempre un estado de ánimo calmo asertivo y colaborador. Sabe estar a través de una actitud que valora y aprecia (apreciar de agregar valor) a sus interlocutores. La presencia del hombre elegante, lejos de levantar envidias o resquemores, despierta una sana admiración y deseos propios de superación.
Estos mensajes son tan tenues y exquisitos, que para los no-elegantes es fácil caer en la cursilería y el snobismo cuando de forma chabacana emulan al elegante.
Es cierto que la elegancia clásica tiene unas normas bien definidas y a veces estrictas; pero no son más que convenciones sociales de convivencia armónica necesarias para poder definir algún tipo de "código". Por ejemplo: nadie iría a una boda vistiendo un traje de baño; pero igual de violento sería ir a la playa vistiendo el mejor traje, porque pone incómodos a los bañistas al cuestionar, -por el solo hecho de presentarse así-, la armonía del momento, el estado de ánimo general, y las costumbres asumidas.
Pero más allá de las normas, el verdadero elegante tiene sus propios parámetros y se otorga cierto margen de tolerancia que define el estilo personal en todo momento y circunstancias.
En suma: el caballero elegante no lo es (sólo) exteriormente. Previamente a esa imagen que transmite, sabe ser elegante intelectualmente; en sus sentimientos; en el respeto por los demás; y sobre todo: en su actitud ante la vida.
Gracias por leer y hasta la próxima.
Para EL CABALLERO HOY
Texto: Pedro A Suárez
Fotos: Anymarsan
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