jueves, 28 de abril de 2016

El estilo

El estilo es personal. Profundamente personal.

Así, mientras la elegancia es atemporal etérea y unánime para todos, el estilo es bien definido y pertenece a cada uno.

Dentro de las normas y cánones de elegancia, queda margen para que cada cual  encuentre la forma de interpretación de esos códigos.

Experimentar paulatinamente con un ligero cambio en los colores del pañuelo, unos calcetines ó medias con motivos atrevidos, y el uso audaz de complementos y accesorios, sirven para, poco a poco, ir definiendo el estilo de cada uno.


De esta forma, y bajo ciertas circunstancias, se puede transguedir lo convencional, y aún así, resultar elegante y agradable.

Hace mucho tiempo que descubrí que cortando la solapa del cuello de mis camisas de verano y dejando sólo el pié -simulando el cuello mandarín chino, (más conocido como "cuello mao")-, me quedan bien, me gustan, y son aceptadas con comentarios favorables por los demás.  Hoy: estas camisas son parte de mi imagen y estilo de verano tan aceptado por mis amigos, que estoy seguro que si dejara de usarlas más de uno inquiriría al respecto.


 Otra cosa que hago habitualmente, es usar el cuello del abrigo levantado -incluso a veces también el de la camisa-, cuando visto en invierno mi top-coat  directamente sobre un jersey, sobre un pullover ó -la combinación que mas me gusta-, sobre un chaleco de vestir (no uno de traje) acompañado de vaqueros.  Pero eso sí: nunca lo hago con mi over-coat o mi Loden austriaco.  En este caso siempre prefiero la bufanda porque si nó, ya me parece transgredir en demasía.  

Hace  cinco años, buscando una alternativa a los mocasines, como zapato informal de verano, en una zapatería de La Mancha en España, dí con unos Penny de tipo noruego en color cognac. La particularidad de estos (en concreto) es que tienen presillas en las orejas de la pala en lugar de tener ojales para los cordones, así que se me ocurrió cruzarlos de arriba abajo y atarlos al final en la parte inferior. A todo el mundo le gustó y son varios los amigos que en Punta del Este  me han copiado.

Los accesorios son el verdadero aliado del estilo personal. Unos preferirán los relojes de bolsillo; otros los de pulsera. Algunos usan anillo tipo sello y hay quienes se sienten representados (nuestro caso), con un chevallier. El tamaño forma y diseño de los lentes ó gafas de sol serán otra de las pequeñas diferencias que hacen a cada uno. La forma de combinar sus corbatas, en algunos casos la sustitución de estas por un pañuelo, la elección entre gemelos o cubre-botones; la billetera el llavero y los elementos de escritura que uno porta; son siempre elementos representativos del estilo.


 El estilo siempre es elegante y de buen gusto. Lo rocambolesco no es estilo, es sofisticación superflua.

El verdadero caballero encuentra su estilo a través de la práctica permanente de pequeñas transgresiones. De ofrecer una imagen diferente. De adoptar un estado de ánimo positivo y cómodo. Cuando lo encuentra, se gusta sí mismo y a los demás les gusta lo que transmite. Y lo mejor es que  cada vez que lo logra, consigue rescatar la predisposición ajena.


 Gracias por leer y hasta la próxima
Para EL CABALLERO HOY
Texto: Pedro A Suárez
Fotos: ANYMARSAN 

jueves, 21 de abril de 2016

ZAPATOS Derby NEGROS (RTW)

Lamentablemente me doy cuenta de que el tiempo (y la vida) pasa,  cuando escribo un artículo porque siempre tengo que decir "hace unos años..." Bueno: esta vez no es la excepción.

Había entablado una buena amistad con el embajador de Polonia y este me invitó a la inauguración de una exposición de pintura de un joven polaco que estaba irrumpiendo en la escena artística haciéndose notar.

A las 5 de la tarde con un vino y unos entremeses, estaba prevista la reunión informal en el enorme hall de entrada de un gran cine, que ya no existe, en Montevideo.

Era invierno y me decanté por saco azul con pantalón gris de franela sabiendo que esa combinación no falla. Pero si lo complementaba con zapatos marrones sería exceso de informalidad y si llevaba unos Oxford negros se desvirtuaría la imagen que tenía diseñada. Pero afortunadamente había hecho una compra un poco rara un par de meses antes, en España.


Como mi número no es fácil de encontrar, tenía (y tengo) localizadas algunas zapaterías que, sabiéndolo, solían ofrecerme oportunidades para mi necesidad y hacia una de ellas me fui a hurgar.

Pregunté por alguna novedad de mi tamaño y la dueña me sacó estos que vienen a cuento de esta entrega.

Para mi gusto, que no es escandaloso, la abundancia de brogué y picado, además de la particularidad de estar hechos con dos cueros de diferente terminación y aspecto; me inclinaros a rechazarlos en primera instancia. Pero la zapatera insistió y acepté ponérmelos.

El caso es que para mi sorpresa, lo exultante de su cuero con charol en las superficies lisas, más el fuerte contraste con el picado de las otras y esto a pesar de ser todo el mismo tono de negro;  llamaban inmediata y fuertemente la atención (cosa que no es mi estilo), pero sin desagradar. Ello sucedía con una cierta elegancia combinada con un  estilo muy peculiar, casi como ir con zapatos de golf o unas Balmoral en dos tonos. Pero no era para nada desagradable. La dueña me dijo que me proporcionaban un aire de revoltoso-con-elegancia. -Debo decir que todavía no decido si los compré porque me llamaron la atención, ó porque aquella señora sabía vender y me sedujo con el halago-.

Para colmo de peculiaridad, tenían un semi-brogué que luego me complicó (hasta ahora) porque no cala hasta el interior y los pequeños pocillos que se forman en cada perforación me resultan difíciles de limpiar.  (A simple vista es difícil de ver pero en las fotos se aprecia claramente gracias al disparo del flash).


Creo que en todo este tiempo no me los he puesto más de seis veces porque es poco frecuente para mi: tener oportunidades donde ellos puedan cumplir con su papel.  

Tengo que decir que el cuero es de tan buena calidad, que a pesar de haberlos usado todavía no tienen la más mínima marca señal ó arruga. Como sólo han pisado alfombras y algún piso de parquét u otra superficie pulida (yo sería incapaz de llevarlos a un party al aire libre o pisar un césped , donde serían tan discretos como un carbón en un balde de diamantes), la suela está como nueva y se aprecia perfectamente que están cosidos a mano.


No dudo que debido a las pocas oportunidades de usarlos que tengo, y la calidad de que hacen gala: me acompañarán el resto de mis días. Eso sí: tienen una paciencia infinita para esperar que los saque a pasear cuando surge alguna de esas raras veces. -Ahora mismo estoy pensando en ir un día al hipódromo para darles una vuelta-.

Gracias por leer y hasta la próxima
Para EL CABALLERO HOY
Pedro A suarez (texto)
Aurelio (fotografías)

jueves, 14 de abril de 2016

La Elegancia


La elegancia es una actitud. Es un  estado de conciencia. Es una forma de vivir. No se puede comprar ni vender.

Ser elegante es transmitir a los demás los sentimientos y la forma en que se vive.  

No se puede simular utilizando prendas de moda pasajera, ni con colores llamativos, ni con accesorios estridentes. -Es más: cualquier intento material de "ponerse" la elegancia, termina siempre en un evidente aspecto de artificialidad forzada, y con el más  chocante relumbrón-. 


Ya se ha dicho por parte de Juan Andrés Olivera, que: "Existe un poderoso componente psicológico en el hecho de estar elegantes" y también ha resaltado que: "la elegancia indica y demuestra el respeto por las circunstancias, los ambientes, y las personas que nos rodean".

Obviamente, en sus palabras queda implícito que ese mensaje subliminal es comprendido por los demás a través de la estética y de un lenguaje corporal que no está escrito, ni tiene léxico, pero que es inherente a todos de forma natural.


 El hombre elegante, es discreto. No reclama la atención de los demás -la genera espontáneamente-. También es respetuoso -su elegancia no es provocadora ni avasalla a otros-. Transmite siempre un estado de ánimo calmo asertivo y colaborador. Sabe estar a través de una actitud que valora y aprecia (apreciar de agregar valor) a sus interlocutores. La presencia del hombre elegante, lejos de levantar envidias o resquemores, despierta una sana admiración y deseos propios de superación.

Estos mensajes son tan tenues y exquisitos, que para los no-elegantes es fácil caer en la cursilería y el snobismo cuando de forma chabacana emulan al elegante.


 Es cierto que la elegancia clásica tiene unas normas bien definidas y a veces estrictas; pero no son más que convenciones sociales de convivencia armónica necesarias para poder definir algún tipo de "código". Por ejemplo: nadie iría a una boda vistiendo un traje de baño; pero igual de violento sería ir a la playa vistiendo el mejor traje, porque pone incómodos a los bañistas al cuestionar, -por el solo hecho de presentarse así-,  la armonía del momento, el estado de ánimo general,  y las costumbres asumidas.
  
Pero más allá de las normas, el verdadero elegante tiene sus propios parámetros y se otorga cierto margen de tolerancia que define el estilo personal en todo momento y circunstancias.


 En suma: el caballero elegante no lo es (sólo) exteriormente. Previamente  a esa  imagen que transmite, sabe ser elegante intelectualmente; en sus sentimientos; en el respeto por los demás; y sobre todo: en su actitud ante la vida.

Gracias por leer y hasta la próxima.
Para EL CABALLERO HOY
Texto: Pedro A Suárez

Fotos: Anymarsan

lunes, 11 de abril de 2016

Una bienvenida especial

Iniciando una nueva temporada de artículos y manteniendo el deseo de que juntos podamos seguir compartiendo por medio de esta plataforma, aquellos conocimientos que hacen de la elegancia un arte a dominar y un arte para disfrutar, es que quiero dar una bienvenida muy especial a un nuevo integrante de la familia de El Caballero Hoy.


Pedro A, Suárez es un apasionado de la elegancia, el estilo y la fotografía y desde esta semana estará con nosotros compartiendo de su visión, de su experiencia y dándole un toque muy personal  a sus artículos.
Caballeros, que disfruten esta nueva etapa

                                                         Juan Andrés Olivera